miércoles, 14 de agosto de 2013

Mejor el miedo

Miedo. Tengo miedo. Jamás me había sentido así. Claro que he tenido miedo antes, pero nunca de esta manera. Tengo muchas cosas que hacer y poco tiempo para hacerlas. Sí, eso también me ha pasado otras veces. No es el agobio y el estrés lo que me produce miedo, pero sí presión, que me genera más miedo. Y éste, a su vez, más presión. Me hallo en una situación inhóspita, me encuentro ante una piscina totalmente nueva para mí. Nunca había estado aquí. No es la piscina lo que me da miedo, ni siquiera saltar y que no haya agua. Nada de eso. Hay agua. Estoy segura. Si por eso fuera, saltaría con los ojos cerrados. Se llama confianza. Hay personas geniales que nos encontramos a lo largo de nuestra vida que nos dicen que debemos saltar, nos cambian la vida. Luego están esas otras personas que, sí, nos dicen que tenemos que saltar, pero también nos cogen de la mano, nos llevan hasta la misma escalera, llenan la piscina para nosotros y nos dicen: «ahora sí, tienes que subir y saltar». También son geniales, también nos cambian la vida y, además, son los que vienen para quedarse. Ojo, hay que prestar mucha atención porque son muy pocos. Muchos menos que 23, pero mucho más que amarillos –‘El Mundo Amarillo’, de Albert Espinosa–.

Yo he encontrado a una de esas personas. Ha llenado una piscina para mí. Me ha acompañado, lo sigue haciendo. Y ahora me pide que salte. Se supone que tendría que ser más fácil en estas condiciones, pero tengo pánico. Me bloqueo. Las piernas no me responden. ¿Por qué tengo miedo, si hasta me ha dibujado el recorrido que debo hacer? Ya lo sé: ¿y si salto mal? ¿Y si ni siquiera llego al trampolín y me quedo a mitad de escalera? No pasaría nada, mi vida seguiría igual… salvo porque estaría fallando a esa persona tan especial, ésa de las que hay tan pocas. Ésa que, obviando aquéllas con las que comparto consanguineidad, es la única que ha apostado de verdad por mí, con todo el sentido de esa expresión. La única que no sólo ha hablado, sino que también ha implementado el gran valor de sus palabras y ha hecho que éste se incremente demostrando aquéllas. Tengo miedo a decepcionar a esa persona que está haciendo algo tan grande por mí… y a mí misma. Tengo mucha suerte porque la vida me haya puesto a alguien así, y de manera tan oportuna, en mi camino. ¿Cómo no me voy a sentir afortunada? Pero ¿cómo no voy a tener miedo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario