viernes, 31 de enero de 2014

Curando heridas

Pides que te devuelvan algo y recibes no necesitar ese algo nunca más y el entendimiento necesario para ello. ¿No es maravilloso? Así, así de bonita es la vida.

Un patrón que se venía repitiendo ha dejado de hacerlo. Una herida se ha curado para siempre. Celebremos. El bucle, la historia repetida con el enésimo y último representante de una figura necesaria, manifestación personal de aquel patrón, fue lo que supuso el despertar, el tomar conciencia de ese bucle, de esa historia repetida. Después de mucho trabajo instrospectivo y muchísimas lágrimas, llegan la libertad, la plenitud y la felicidad.

Cuando uno escribe y comparte, se percata de la realidad y la fuerza de sus propias palabras, por lo que esto también sería parte del proceso. La más gratificante, sin duda.

Es importarte encontrar el origen de ciertas cosas que creemos no poder evitar, pero, en realidad, basta con entenderlas. Sólo están esperando a que las miremos de cerca, sin miedo, y desvelemos todos los porqués, pongamos la última pieza de un rompecabezas que llevamos armando años y, al fin, nos liberemos de uno de los mayores fantasmas de nuestra vida. Y seamos más felices.

Hay gente que se deja vencer por el ruido y no deja de actuar, pero es tan fructífero parar y mirar dentro, cura tanto... Nunca dejaré de recomendarlo. Es la única manera de conocerse y curar las heridas que precisan sanar.

Gracias a Dios y a la vida, de cada experiencia saco lecciones muy valiosas, siempre aprendo muchísimo y cada día me acerco un poco más a la persona que quiero ser, que, no olvidemos, siempre está en proceso.

Buenas noches y feliz fin de semana.

B.

lunes, 27 de enero de 2014

Cuando sólo queda esperar

—No sé si hacer algo.
—Hazlo.
—Me da miedo. ¿Y si empeoro las cosas?
—Entonces, no hagas nada.
—También me da miedo no hacer nada. ¿Y si no hacer nada está deteriorándolas y yo podría evitarlo?
—Espera. Ten paciencia.
—Nunca he sido muy paciente.
—Aguanta.
—No puedo con esta situación, me supera.
—Pues sal de ella.
—Ojalá pudiera.
—Si no quieres actuar, ni dejar de actuar, ni esperar, ni aguantar, ni irte... ¿qué quieres hacer?
—No es cuestión de lo que quiero o no quiero hacer. Sé lo que quiero conseguir, pero no sé qué debo hacer para lograrlo.
—Puedes hacer lo que quieras, pero tienes que saber si estás dispuesto a pagar el precio que vale.
—Si supiera lo que tengo que hacer, estaría dispuesto a pagar cualquier precio.
—¿Estás seguro?
—Totalmente.
—Entonces, espera y tendrás tu respuesta.

Cuando sólo puedes esperar porque te han quitado la posibilidad de actuar; porque tienes miedo de actuar; porque tienes miedo de no actuar; porque no entiendes por qué y no puedes hacer nada; porque nadie te ha dado una explicación, ni una respuesta, ni una esperanza; porque no aguantas la situación a la que no sabes ni cómo has llegado; porque cada vez lo ves todo más roto en mil pedazos; porque se te han acabado las ganas de juntarlos y pegarlos... y ya no sabes ni lo que quieres. Cuando todo está perdido y no puedes hacer nada, cuando sólo puedes esperar, pero ya no puedes esperar, entonces decides irte, cerrar la puerta y nunca más mirar atrás. Pero, entonces, recuerdas que tampoco puedes. Entonces, ¿qué haces?

Puede que la única respuesta posible sea asumir que aquello que anhelas no valga el precio que estás dispuesto a pagar y, con el tiempo suficiente, te des cuenta. Si no, sabrías qué hacer para tenerlo y, muy probablemente, ya lo tendrías.

A veces, simplemente no hay respuestas, simplemente nos engañan. Pero mejor creerlo así, por una cuestión de amor propio y de pura supervivencia. Mientras nos damos cuenta, para bien o para mal, mejor tener alguna distracción a la que dedicar nuestro tiempo.

¡Feliz semana! =)