jueves, 17 de abril de 2014

Revoltijo explicativo de un punto final

No molestes haciéndote notar,
estoy ocupada borrando todo rastro
de tu catastrófico paso por mi vida,
de este desastre que yo te dejé causar.
Cuando ya no te quiero, pero aún sabes doler,
me recuerdo que fuiste porque yo te dejé ser...
Y ahora que te dejé, fuiste.
Pero no te lo creas demasiado,
que no me eres tan importante,
que he comenzado a olvidarte
y no eres tú quien duele tanto,
sino tu huella en mi amor propio,
que estuvo anestesiado de ti,
pero ahora ha despertado
y ya vuelvo a sonreír.

A las últimas palabras que te dedico
más allá de lo estrictamente necesario,
aún te dejo hacerme daño, pero cada vez menos:
menos daño y menos veces.
Y cada vez menos para que no duelan las alas
y tú y mis recuerdos se conviertan en nada
porque ya me habré deshecho de ti
y de todos ellos para siempre.
Pero, mientras siga dejándote escocer,
en mis últimos pasos hacia el olvido,
cuando aún sabes arañar y del todo no te has ido,
no me dejo vencer por el dolor que aún te empeñas en causarme;
entonces, respiro hondo y me esfuerzo por recordarme:
que nunca mereciste ni un segundo de mi tiempo,
ni una migaja de todo el cariño que te di cada día,
ni mi preocupación, ni mis esfuerzos, ni mi energía,
ni uno solo de todos mis pensamientos.
Que mi amor vale más que lo que con él has hecho,
que nunca supiste valorarlo como se merecía,
que nunca supiste valorarme como me merezco;
que yo valgo mucho más que todas tus mentiras.
Que no tienes tal efecto en mí pues es mi responsabilidad:
que jugaste conmigo porque yo acepté las reglas de tu juego,
que tú me engañaste porque yo me dejé engañar,
que tu maldad no habría destrozado tanto
si yo no la hubiera dejado pasar hasta tan dentro.
Que fuiste porque yo dejé que fueras.
Y ahora que te fuiste, dejé de dejarte ser.
Y ahora que te dejé, fuiste.
Que te quise como a pocos y, por eso, quiero que te vaya bien;
pero no quiero enterarme ni quiero volverte a ver.
Que ahora que no te quiero y me desahogo y me deshago de ti,
soy mucho más yo, nada tú y, por tanto, mucho más feliz.

Ahora que me despido y estoy consiguiendo olvidarte,
me recuerdo todo esto y aprendo a sobrellevarte.
Pues si hablamos del «amor» en su más amplio sentido,
por ser tan mal amigo, fuiste un pésimo «amante».
Punto (casi) final.