Desorganízate
y desorganízame contigo,
que no todo es medible,
que no todo es sabido.
Desorganízate
y desorganízame los planes,
que no hay que entenderlo todo
(y que no nos entienda nadie).
Cambia las circunstancias que te limitan,
que te hacen ir a ciegas por la vida
amenazando la quietud de tu agenda,
negándole a tu corazón una tregua.
Escribe nuevas citas con tus pasos,
no te detengas;
empieza a hacerle caso a las promesas
que te invitan...
que te incitan.
No te pares a pensar,
que la vida escapa a la razón
y cuando conseguimos entenderla,
ya se nos escapó.
Abraza los cambios
y no temas a lo incierto
(aunque parezca que muerde,
sólo intenta darte un beso).
La vida también consiste,
a veces, en tener miedo,
que lo que vale la pena
siempre supone un riesgo.
Dale un portazo a los «debo»,
ten el valor de vivir,
mira de frente a tus «quiero»,
sonríe y diles que sí.
Desorganízate
y desorganízame contigo,
que ya la vida irá
allanándonos el camino.
Desorganízate
y aplaudamos lo vivido,
que ya no nos mira nadie,
que por algo hemos venido.
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