martes, 17 de septiembre de 2013

Te haré una canción. Parte I.

Llueve, cada vez con más intensidad. María mira al suelo e incrementa la velocidad de su paso. «Lo que me faltaba hoy es acabar empapada», piensa. Sin embargo, un flash viene a su mente, como si de un déjà vu se tratara, y hace que se detenga en seco. Recuerda aquella vez en que no le importó que el diluvio la mojara, aquella vez en que dio un agradable paseo bajo la lluvia mientras, a su alrededor, los coches se agolpaban caóticamente, sus luces se difuminaban y la gente corría frenética, de un lado para otro, bajo el resguardo de sus paraguas. Uno de las mejores experiencias de su vida. «¿Por qué no hacer hoy lo mismo?». Poseída por la felicidad que sintió en aquella ocasión hace ahora dos años, comienza a caminar, sin prisa.

Conecta los auriculares a su iPhone y decide escuchar alguna canción, para hacer el trayecto más ameno. Pulsa 'Aleatorio' y, como no podía ser de otra manera, su reproductor de música elige una primera canción demasiado oportuna: 'Tu mirada me hace grande', de Maldita Nerea. Y así es como le hace honor a la canción, «dando tumbos por Madrid».

Su pelo moreno empieza a convertirse en un estorbo, pues el flequillo que normalmente le llega por las cejas, ahora tapa sus ojos, debido al peso del agua que no ha perdonado ni un milímetro de su cuerpo. Tiene la ropa totalmente pegada a la piel y los vaqueros le pesan una barbaridad. Tampoco ha acertado con el calzado: las Converse negras dejan pasar el agua de la lluvia sin demasiados impedimentos y sus pies empiezan a calarse. Pero da igual, María es feliz de nuevo.

Gira a la izquierda por una pequeña calle del centro de la ciudad, camina unos cuantos metros y se detiene frente a una puerta de madera. Ha llegado a destino. Abre la primera puerta, tras la que se encuentra un amable hombre al que María entrega un trozo de papel que le da acceso al local. Cruza una segunda puerta. «Otra vez aquí, no me lo puedo creer». De repente, le invaden muchas emociones y empieza a ver recuerdos en cada esquina de aquel bar. «Venga, María, no es momento de ponerse nostálgica», se dice. Las luces se apagan. El espectáculo va a comenzar.

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