lunes, 2 de septiembre de 2013

El recuerdo de su sonrisa. Parte IV. El invierno.

Siento haber tardado tanto en publicar una cuarta parte, pero la inspiración te encuentra, da igual cuánto la busques. Lo cierto es que necesitaba un momento como éste para haceros el invierno lo más real posible. A ver si lo consigo. Allá voy:

Llegaron el invierno y su distancia, la de él. Aunque, no sé bien por qué, ya presentía que sucedería. Tengo buena intuición, me avisa mediante sensaciones y lo hace antes que los propios hechos. El problema es que no tengo la costumbre de hacerle caso, pues suelo aferrarme a lo que prefiero seguir creyendo.

Él se fue alejando sin saber yo por qué. Todo era cada vez más frío. Le pregunté, ya que tengo la manía de decirlo todo, de que me lo digan todo. Desgraciadamente, aún no he aprendido que hay cosas que no hace falta decirlas, que, de hecho, no hay palabras que las describan. Tampoco me sirvió de nada su respuesta: ni aclaró mis dudas, ni cambió la situación. Seguía diciendo que no pasaba nada, pero lo hacía cada vez más lejos. Cada vez un poco más lejos.

Entonces empecé a recordar todo lo que habíamos vivido juntos. Lo cierto es que habíamos pasado un montón de momentos muy bonitos, momentos que hoy son sólo un puñado de recuerdos. Y se irán diluyendo con el tiempo, hasta que confunda los recuerdos con mis recuerdos de los recuerdos y no me quede nada más que vagas imágenes desdibujadas por la lluvia. O por mis lágrimas, las mismas que ahora emborronan este papel.

Aún recuerdo las canciones que sonaban, como aquélla que lo hacía, gentilmente, cualquier tarde de sábado. Aún recuerdo nuestras risas, que eran una. Aún recuerdo cómo tomaba mi mano en la suya. Aún recuerdo sus ojos y su mirada y su boca y su sonrisa. Aún recuerdo tantas cosas... que se irán yendo, como lágrimas en la lluvia.

Y algún día, quizás, nos volvamos a encontrar. Pero no nos reconoceremos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario